sábado, 28 de enero de 2006

9 Songs (9 Orgasmos)

9 Songs (9 Orgasmos), penúltima cinta de Michael Winterbottom, llegó por fin a México a año y medio de su estreno en el resto del mundo. La película se exhibió el año pasado en el ciclo El Rock en el Cine, organizado por la Cineteca y Reactor 105, y desde hace semanas se consigue en DVD. Dudé en escribir aquí sobre ella porque ya lo hice en el Blog de música de Monoaural, pero me quedaron cosas por decir y de todos modos suelo comentar en partes las películas. (Actualización: El blog de Monoaural ya no existe, pero acá rescaté aquel texto).

No he visto tantas películas de Michael Winterbottom como me gustaría (por ejemplo, muero de ganas por ver 24 Hour Party People) pero basándome en lo que vi en Wonderland y Jude, las dos que he visto, me quedan claras algunas cosas sobre su trabajo.

Lo primero que salta a la vista es su habilidad para capturar personajes reales con los que el espectador se puede relacionar desde el primer momento. Es raro ver en sus películas a alguna estrella de Hollywood como las que acaparan portadas, sino a gente de aspecto normal, que podrían ser nuestros vecinos o la gente que viaja a nuestro lado en el metro o el camión.

Lo segundo que uno nota en su trabajo es el compromiso por retratar de la forma más fiel posible los pequeños detalles que distinguen a la sociedad contemporánea. Y esos dos elementos son parte esencial de 9 Songs. La principal razón por la que la película ha recibido atención mediática es su alto contenido sexual, que llevó a las autoridades de la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC) a etiquetarla como D, clasificación normalmente reservada en nuestro país para el cine porno.

No se puede negar que las escenas de sexo son explícitas, pero me parece que se les está midiendo sin considerar el contexto en que son presentadas. Además, la traducción del título al español que eligió su distribuidora en México (9 Orgasmos) tampoco ayuda a evitar que la gente se forme prejuicios. Y la verdad es que 9 Songs es, para fines prácticos, una historia de amor. O si tomamos un punto de vista un poco más cínico, de desamor.

Winterbottom corre un gran riesgo narrativo. En vez de contar su película a partir de las conversaciones y momentos compartidos por sus protagonistas, permite que el desarrollo de su relación sea explicado por los momentos en que no los vemos juntos. Matt es un joven británico que aparentemente es científico y trabaja en la Antártida. La película muestra sus recuerdos e impresiones de una relación de casi un año con Lisa, una joven estadounidense que está de visita en el Reino Unido por razones no del todo claras.

Lo primero que entendemos desde el inicio de la película es que la relación entre Matt y Lisa ya terminó. Algunos comentarios de Matt, que nos son presentados con su voz fuera de cuadro, explican momentos relevantes de la relación, y es justo aquí donde Winterbottom corre un riesgo y cobran importancia las nueve canciones a que hace referencia el título.

Las letras de las canciones (que en realidad son ocho, pues Michael Nyman aporta una melodía instrumental, sin letra) son las encargadas de llevar la historia, y los encuentros sexuales que siguen a cada presentación en vivo son casi una respuesta a las mismas. El progresivo deterioro de la relación se ve reflejado en el creciente pesimismo de las letras de las canciones y en los esfuerzos que Matt y Lisa hacen por mantener encendida la chispa de su atracción sexual a base de la experimentación.

El experimento narrativo de 9 Songs me parece sobresaliente. Leí una crítica que decía que las escenas de sexo eran demasiado explícitas y que a los conciertos les hacía falta una vista más clara del escenario con close-ups de las bandas. Y hay razones para eso: el sexo está filmado de manera casi casual, sin coreografías o múltiples cámaras, como en el porno, y los conciertos muestran las presentaciones de un modo similar a como se experimentan en la vida real, a cierta distancia del escenario y con la vista parcialmente obstruida por el resto del público.

Es refrescante encontrar a un director consciente de que el cine puede y debe ir más allá de los visuales para contar una historia. Como toda labor creativa, el cine funciona gracias a una interacción entre autor y audiencia, pero tantos años de historias obvias y pre-digeridas a las que nos ha acostumbrado Hollywood parecen haber desgastado nuestra capacidad para interpretar o analizar lo que vemos. Y es injusto culpar a un director por la apatía del público o su renuencia a pensar e interpretar la información que recibe.

En cuanto al contenido sexual de 9 Songs, sí, es fuerte y se presenta de una forma tan natural que raya en lo crudo, pero me parece absurdo que vivamos en una sociedad que no tiene reparos en aceptar y aplaudir una televisión llena de doble-sentidos de mal gusto y un amarillismo y sensacionalismo penosos, pero se sienta ofendida ante la representación física del afecto entre dos personas. En el cine al que asistí al menos unas quince personas abandonaron la sala a mitad de la proyección.

9 Songs no es una película que vaya a gustar a cualquier persona, pero quien esté dispuesto a hacer un esfuerzo por entender la intención del director al elegir el modo de contar su historia puede salir de la sala gratamente sorprendido. Lo único que puedo comentar en contra es que el audio no es tan limpio como pudiera desearse, lo cual afecta un poco la experiencia audiovisual que la película pudo llegar a ser.

Otra cosa que llamó mi atención fue el eslogan promocional elegido para promover la película en México. En el póster puede leerse, debajo del título y casi a modo de advertencia, "una historia de amor EXPLÍCITA" (así, con mayúsculas). En lo personal me hubiera gustado más ver una traducción del eslogan usado en Francia: "69 minutos de sexo y rock & roll".

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